Poemas de Víctor Jesús Guillén Baca. México.
Poeta mexicano. Copyrighted.

La Biblia

  
La Biblia

por Víctor Jesús Guillén Baca.
México.

   
   Un haz de luz
atraviesa repentinamente
el vacío,
las aguas que aún
no son principio de vida.

   En Sion los ángeles
alaban a Dios
y la Trinidad consulta
sobre aquello que
ha de ser creado.

   Los pensamientos
más profundos e inescrutables,
los tiempos eternos
horadados por la perfecta
consideración divina:
"Hagamos al hombre".

   El Creador se ha levantado
y en seis días trabajó.

   Los tremendos
abismos huyeron
ante su presencia
y como un jardinero
los removió.

   Aquellas aguas
cósmicas vibraban
ante el estruendo
de su poder.

   Millones de angélicas
voces alababan
su santo nombre;
mientras, los músicos celestes
hacían sonar
sus instrumentos gloriosos
en un himno
de victoria:

"Dios eterno, has creado el Universo
y al hombre,
para tu gloria lo has hecho".

   El apacible trinar
de las aves despertó
al varón, Adam fue su nombre,
un viento delicioso
acariciaba su cabello
entre el follaje
y su mirada recorría
el Edén con inocencia.

   La dulce voz del Señor
le mostró su paraíso
sobre el cual
señorearía con la mujer,
regalo divino
que le fue dada por compañera
con la promesa
de multiplicarse por toda
la tierra.

   Hace mucho tiempo
se libró una guerra
cerca de la casa de Dios.
Algunos seres creados,
con Lucifer a la cabeza,
se rebelaron.

   La soberbia y el odio
brotaron del corazón malo,
--todo estaba preparado,--
y la sabiduría divina
tenía todo bajo
su perfecta voluntad.

   Los malvados fueron
arrojados de la santa
morada y unos sueltos
y otros encadenados
fueron instrumentos
de antemano desechados.

   Príncipes envilecidos
destinados por ello
al infierno.
En su furor y ceguedad
fraguaron la perversión
del más débil.

   Cuando el hombre pecó
en la presencia de Dios,
al instante fue sujetado
a aquello que eligió.

   Eva, cubierta de pieles,
parió con dolor. Sus hijos
comerían pan de lágrimas
y afanes
y sabrían de Dios
sólo de oídas.

   La violencia invadió
sus corazones,
el hermano mató
al hermano.
La sangre de los justos
comenzó a clamar
humedeciendo la tierra
ya maldita.

   Las naciones se juntaron
y en su altivez
se hicieron una torre.
De ahí los dispersó
el Señor confundiendo
sus lenguas.

   En su amor anunció
salvación y arrepentimiento
por boca de Noé.
Nadie atendió, se burlaban,
fueron arrasados
por agua.

   Al primer arco-iris
nuevas generaciones
surgieron de Ararat,
entre cuyos hielos
duerme el arca petrificada.

   Nuevas lenguas,
nuevas naciones,
dispersión de pueblos,
etnias y razas.
Aislamiento, florestas,
siglos, nuevos Caínes,
justos Abeles que
esperaban en Dios.

   La elección de un pueblo
entre los pueblos,
el llamado a un adorador.

   Abraham dejó su parentela
y anhelaba una mejor
nacionalildad, la celestial,
en obediencia al Creador.
De sus lomos brotaron
Isaac, Israel, Moisés,
a quien dio las leyes
que hacían vislumbrar
un nuevo pacto:

   ¡Jehová, el redentor de Israel!
Todo ello figura de
lo que había de venir, en Cristo.

   La ley,
        los jueces,
             Los profetas
todos despreciados,
¡Oh!, mi Dios,
perdidos entre la maleza,
por los montes,
de los cuales el mundo
no era digno,
pues manifestó
el más intenso
desprecio hacia Ti,
adorando a otros dioses
hechos de mano.

   El rey David cantó las
maravillas del Señor
y con el arpa declaró
su confianza en Jehová.
Ya en los salmos
entreveía la venida
de un Salvador
que tomaría por herencia
a las Naciones.

   El Espíritu Santo,
revelándonos a Jesús,
plasmaba por medio
de la pluma de quienes
amaban a Dios,
la promesa de la redención
del Universo.
En toda nación se
invocaría Su nombre.

   La historia se partió,
vino el Hijo del hombre,
Emanuel, Dios con nosotros.
Nacido de una virgen,
conforme a las promesas
mesiánicas;
desechado por unos,
creído entre los pueblos
por otros.

   Conforme a la ley, Judío.
Conforme a su procedencia
divina: Cordero de Dios
que quita el pecado
del mundo.

   Y pensar que con el
sacrificio atroz de la cruz
algunos supusieron
haberlo destruido.
Él vino para ser levantado
como la serpiente de oro
enmedio del desierto:

   Todo aquel que a Él mirare
será salvo de la muerte.

   El silencio invade
al Monte de la Calavera,
la tierra tiembla
en la oscuridad
y el velo del templo
se ha rasgado.

   La gracia es con todos
los necesitados,
el sol ha salido,
¡el sepulcro está vacío!

   Cristo entre sus discípulos
extiende su mano llagada
diciendo: "¿Tienen aquí
algo de comer?"
Éstos, maravillados,
desde la tierra lo ven
ascender resucitado.

   Lo escrito sobre el Mesías
era cierto.
En Jesucristo
se cumplió cuando dio
sus órdenes explícitas
de ir a Jerusalén,
Judea, Samaria,
y a todas las Naciones
predicando
que Él es el Señor,
el Salvador de la HUmanidad.
entonces vendría el fin.

   Aquel segundo Adán,
más perfecto,
trajo con su muerte
el perdón de nuestros pecados
al conmover
estos corazones
duros como la roca,
en la cantera
del arrepentimiento.

   Si desde el principio
el plan de Dios, el Padre,
fue conservar para Sí
un remanente que le invocara,
ahora formó Su Iglesia,
donde judíos y gentiles
cantaríamos acerca
de su gloria.

   Si se valió de los profetas
para escarnecer al pecado
de los que ahora están muertos,
hoy, entre los vivientes
se levanta gloriosa
la Iglesia del Dios vivo,
a la cual llama Su cuerpo
y edificio vivo de Dios,
que ha sido enviada
a todas las etnias, por los montes
y los valles, cruzando mares, bosques y selvas.
Ahí las vivifica
con el fuego divino.

   Sus banderas se levantan
enarbolando los colores
de la gloria:
 
   El pez, figurando al pescador 
de hombres,
sencillo trazo en la arena.

   La sangre de los mártires
inunda de dolor a la tierra
y de gloria los cielos
clamando: "¿hasta cuándo?"

   O el santo nombre de Jesús,
ante cuya autoridad
huyen las potestades
ya vencidas en la cruz,
expuestas públicamente
y dadas por estrado de Sus pies.

   Ciertamente
los llamados de su nombre
recorren el mundo
con el ejemplo de 
los apóstoles
y de aquellas mujeres
fieles siervas de Cristo
entre los pueblos.

   Él mismo declaró:
"Ejemplo os he dado".
Cada jota, cada tilde,
cumplirá Su Palabra
en la consumación de los tiempos.

   Y Apocalipsis revela
una imagen futura:
millones de millones
de toda raza, lengua y nación
con vestiduras blancas,
declarando a una voz,
cielo nuevo y tierra nueva:

   "A ti Señor sean la gloria,
la honra y el poder,
la sabiduría y la alabanza
por los siglos de 
los siglos"
Amén.

7-8 Marzo 1996
  
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